La secta del Escorpión
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La secta del Escorpión
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Nombre: La secta del Escorpión (es provisional)
Autor:...¿Yo?...
Espacio geográfico: En Giza, ciudad del norte de Egipto dónde actualmente se encuentran las pirámides de Keops, Kefrén y Mikerinos.
Marco histórico: En mitad del reinado del faraón Kefrén, de la IV Dinastía.
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Nombre: La secta del Escorpión (es provisional)
Autor:...¿Yo?...
Espacio geográfico: En Giza, ciudad del norte de Egipto dónde actualmente se encuentran las pirámides de Keops, Kefrén y Mikerinos.
Marco histórico: En mitad del reinado del faraón Kefrén, de la IV Dinastía.
Última edición por Iah-Hel el Sáb Nov 22, 2008 11:30 pm, editado 1 vez
Re: La secta del Escorpión
Kess
La suave luz de oriente acariciaba la piel morena de Kess. Desde lo alto de una duna, contemplaba la majestuosidad de aquél lugar.
Gobernando sobre las claras arenas de Egipto, la pirámide del faraón Keops intimidaba al mismísimo astro rey. A su lado, una esfinge con cuerpo de león y cabeza humana velaba su eterno sueño. Y a su otro lado, el inicio de una nueva pirámide para el futuro descanso del faraón Kefrén se recortaba en el horizonte. Y tras ellas, haciendo gala de un imperturbable poder, el palacio de Jade, dónde vivían el faraón Kefrén y toda su estirpe, hacía relucir sus caracoladas cúpulas en un acto de belleza y elegancia.
Desde hacía tiempo, todos los amaneceres, Kess iba a aquél lugar, para contemplar el sobrecogedor espectáculo de la construcción de la nueva pirámide. Todos los días, miles de esclavos obreros colocaban una a una las piedras que llegaban en barco a través del río Nilo, sin descanso, hasta la puesta del sol.
Ensimismado, Kess no se dio cuenta de que una sombra se deslizaba duna arriba, con los rasgados ojos fijos en él…
____________________________________
Esto es todo por ahora, espero que os esté gustando
La suave luz de oriente acariciaba la piel morena de Kess. Desde lo alto de una duna, contemplaba la majestuosidad de aquél lugar.
Gobernando sobre las claras arenas de Egipto, la pirámide del faraón Keops intimidaba al mismísimo astro rey. A su lado, una esfinge con cuerpo de león y cabeza humana velaba su eterno sueño. Y a su otro lado, el inicio de una nueva pirámide para el futuro descanso del faraón Kefrén se recortaba en el horizonte. Y tras ellas, haciendo gala de un imperturbable poder, el palacio de Jade, dónde vivían el faraón Kefrén y toda su estirpe, hacía relucir sus caracoladas cúpulas en un acto de belleza y elegancia.
Desde hacía tiempo, todos los amaneceres, Kess iba a aquél lugar, para contemplar el sobrecogedor espectáculo de la construcción de la nueva pirámide. Todos los días, miles de esclavos obreros colocaban una a una las piedras que llegaban en barco a través del río Nilo, sin descanso, hasta la puesta del sol.
Ensimismado, Kess no se dio cuenta de que una sombra se deslizaba duna arriba, con los rasgados ojos fijos en él…
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Esto es todo por ahora, espero que os esté gustando
Última edición por Iah-Hel el Dom Nov 23, 2008 12:07 am, editado 2 veces
Re: La secta del Escorpión
Taira
-Despertad, princesa. Hoy hace un día radiante, digno su belleza- Dijo una voz suave y melodiosa.
Con un bostezo, la princesa se incorporó en su gigantesca cama de suaves sábanas y se estiró todo lo que pudo.
Totalmente despierta, la princesa llamó a la criada que le había despertado, una muchacha de unos dieciséis años, con el pelo recogido en una larga trenza y vestida con una túnica blanca, y le ordenó con una voz autoritaria:
- Dile a Tersa que me prepare un baño aromático, ¡Hoy debo estar más guapa que nunca para el banquete!
- Lo que usted mande, princesa.- Respondió la criada con una reverencia-. Aunque vos estáis siempre hermosa…
- Ya lo sé- Le cortó ella con suficiencia.
La siguiente media hora, la princesa estuvo eligiendo un vestido para el banquete de esa noche, hasta que llegó la criada del pelo trenzado.
- Su baño ya está listo, princesa.
Al oír eso, la princesa dejo todos sus vestidos encima de su cama y se dirigió a los baños.
A medida que avanzaba por el largo pasillo, todos los sirvientes del palacio se inclinaban ante ella, y le decían cosas como “Buenos días princesa” o “Espero que esté todo a su gusto, princesa”. Le costaba admitirlo pero le encantaba que todo el mundo se arrodillase ante ella y le sirviesen con respeto.
Cuando iba por la mitad del trayecto, la princesa se detuvo ante una gigantesca puerta de roble, adornada con símbolos egipcios y representaciones de dioses, y sin llamar, entró en la sala despreocupadamente.
-Despertad, princesa. Hoy hace un día radiante, digno su belleza- Dijo una voz suave y melodiosa.
Con un bostezo, la princesa se incorporó en su gigantesca cama de suaves sábanas y se estiró todo lo que pudo.
Totalmente despierta, la princesa llamó a la criada que le había despertado, una muchacha de unos dieciséis años, con el pelo recogido en una larga trenza y vestida con una túnica blanca, y le ordenó con una voz autoritaria:
- Dile a Tersa que me prepare un baño aromático, ¡Hoy debo estar más guapa que nunca para el banquete!
- Lo que usted mande, princesa.- Respondió la criada con una reverencia-. Aunque vos estáis siempre hermosa…
- Ya lo sé- Le cortó ella con suficiencia.
La siguiente media hora, la princesa estuvo eligiendo un vestido para el banquete de esa noche, hasta que llegó la criada del pelo trenzado.
- Su baño ya está listo, princesa.
Al oír eso, la princesa dejo todos sus vestidos encima de su cama y se dirigió a los baños.
A medida que avanzaba por el largo pasillo, todos los sirvientes del palacio se inclinaban ante ella, y le decían cosas como “Buenos días princesa” o “Espero que esté todo a su gusto, princesa”. Le costaba admitirlo pero le encantaba que todo el mundo se arrodillase ante ella y le sirviesen con respeto.
Cuando iba por la mitad del trayecto, la princesa se detuvo ante una gigantesca puerta de roble, adornada con símbolos egipcios y representaciones de dioses, y sin llamar, entró en la sala despreocupadamente.
Última edición por Iah-Hel el Dom Nov 23, 2008 12:07 am, editado 3 veces
Re: La secta del Escorpión
Kess
-¡Aaah!- Gritó Kess al abalanzarse sobre el una sombra negra-. ¡Aaah!
- Miau- Fue la única respuesta.
- ¿Shien? ¿Eres tú?- Preguntó Kess extrañado.
Shien era la gata de Kess, una siamesa de pelo negro, fácilmente irreconocible entre las sombras. Los gatos, eran un símbolo egipcio que representaban a Bastet, la Diosa del amor y la fertilidad. Desde las casas de los más pobres aldeanos hasta en el palacio más lujoso de Egipto, tenían un gato, que era reverenciado por todo el mundo. Era tan grande la popularidad de los gatos en Egipto que hasta los faraones momificaban los suyos para acompañarles en la vida eterna.
- Miau- Ronroneó otra vez Shien, llamando la atención de su amo.
- Tienes razón, el sol está ya muy alto, papá necesitará ayuda.
La casa de Kess, a orillas del río Nilo, estaba a media hora de camino, y mientras tanto, Kess iba pensando en sus planes para cuando fuese adulto.
Tras mucho trabajar junto a su padre en las riveras del río Nilo, se había dado cuenta de que si no cambiaba el rumbo de su vida ahora, a los quince años, pronto no habría vuelta atrás, y no tendría más remedio que seguir trabajando en los cultivos del Nilo, amenazado por los cocodrilos. Pero Kess aspiraba a mucho más que a una pobre vida de trabajador, Kess soñaba con ser constructor de pirámides, pero no un simple obrero que coloca las piedras una a una sin descanso, sino alguien que dibujase mapas sobre papiros, y ordenase a los obreros cómo debían trabajar. Kess soñaba ser lo que milenios después pasó a llamarse arquitecto. Pero, ante todo, quería vivir lejos de allí, de aquellas míseras familias que luchaban por llevarse un trozo de pan a la boca, y que venderían a sus hijos con tal de tener comida para un mes. Quería separarse de la pobreza de aquél lugar, y del sufrimiento que lo poblaba, y haría lo que fuese por poder cumplirlo. No le importaba tener que se pararse de su madre que tanto le quería, ni de su hermana Sasha, de cinco años, ni si quiera de su padre… Su padre… Y así, inmerso en sus pensamientos, no se dio cuenta de que Shien había desaparecido, y que algo o alguien le seguía, semioculto entre las dunas…
_______________________________
Y aquí va el último trocito por esta noche
(Alethia, espero que te guste )
-¡Aaah!- Gritó Kess al abalanzarse sobre el una sombra negra-. ¡Aaah!
- Miau- Fue la única respuesta.
- ¿Shien? ¿Eres tú?- Preguntó Kess extrañado.
Shien era la gata de Kess, una siamesa de pelo negro, fácilmente irreconocible entre las sombras. Los gatos, eran un símbolo egipcio que representaban a Bastet, la Diosa del amor y la fertilidad. Desde las casas de los más pobres aldeanos hasta en el palacio más lujoso de Egipto, tenían un gato, que era reverenciado por todo el mundo. Era tan grande la popularidad de los gatos en Egipto que hasta los faraones momificaban los suyos para acompañarles en la vida eterna.
- Miau- Ronroneó otra vez Shien, llamando la atención de su amo.
- Tienes razón, el sol está ya muy alto, papá necesitará ayuda.
La casa de Kess, a orillas del río Nilo, estaba a media hora de camino, y mientras tanto, Kess iba pensando en sus planes para cuando fuese adulto.
Tras mucho trabajar junto a su padre en las riveras del río Nilo, se había dado cuenta de que si no cambiaba el rumbo de su vida ahora, a los quince años, pronto no habría vuelta atrás, y no tendría más remedio que seguir trabajando en los cultivos del Nilo, amenazado por los cocodrilos. Pero Kess aspiraba a mucho más que a una pobre vida de trabajador, Kess soñaba con ser constructor de pirámides, pero no un simple obrero que coloca las piedras una a una sin descanso, sino alguien que dibujase mapas sobre papiros, y ordenase a los obreros cómo debían trabajar. Kess soñaba ser lo que milenios después pasó a llamarse arquitecto. Pero, ante todo, quería vivir lejos de allí, de aquellas míseras familias que luchaban por llevarse un trozo de pan a la boca, y que venderían a sus hijos con tal de tener comida para un mes. Quería separarse de la pobreza de aquél lugar, y del sufrimiento que lo poblaba, y haría lo que fuese por poder cumplirlo. No le importaba tener que se pararse de su madre que tanto le quería, ni de su hermana Sasha, de cinco años, ni si quiera de su padre… Su padre… Y así, inmerso en sus pensamientos, no se dio cuenta de que Shien había desaparecido, y que algo o alguien le seguía, semioculto entre las dunas…
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Y aquí va el último trocito por esta noche
(Alethia, espero que te guste )
Última edición por Iah-Hel el Dom Nov 23, 2008 12:07 am, editado 1 vez
Re: La secta del Escorpión
Taira
-Entonces, podemos poner aquí el altar de las almas y…
-¡Padre!- Exclamó la princesa interrumpiendo lo que parecía ser una importante reunión.
-Hija, hija, ¿Podemos hablar más tarde?- Pregunto el gran faraón Kefrén, señor del Nilo y patriarca de Egipto-. Ahora mismo Shukal me estaba explicando una cosa sobre la nueva pirámide.
Otra vez la nueva pirámide. Desde hacía unos meses, el faraón Kefrén había desatendido sus funciones como faraón y como padre, a causa de la construcción de la nueva pirámide, pero la princesa no había pasado desapercibido que cada vez estaba más tiempo con aquellos hombres extraños. Desde que había visto al primero, hacía ya unos años, cada vez se los encontraba más por palacio. Eran unos hombres silenciosos, con túnicas negras, cabezas rapadas y los ojos pintados con kohl. La mayoría de las veces, se los encontraba en grupos, rodeando al que parecía su jefe, pero algunas veces, la princesa se los había encontrado por los pasillos, como si vigilasen algo, y siempre la miraban con desaprobación. Alguna vez, la princesa le había preguntado a su padre sobre esas personas y sus extrañas acciones, pero lo único que le había contado era que pertenecían a una cofradía, y que el jefe era Shukal, con el cual ahora mismo estaba hablando.
-Siempre con lo mismo- Murmuró Shukal, y después maldijo por lo bajo algo que la princesa no entendió.
-Tampoco te pongas así, Visir- Le reprochó el faraón, que al parecer si lo había entendido-. Al fin y al cabo hoy es su gran día, no todos los días se cumplen catorce años…
-Y lo mismo pasará el año que viene, y el que viene, y el siguiente… y así hasta que mueras- Se volvió a quejar Shukal.
-Pero no es un cumpleaños cualquiera- Se enojó la princesa-. Esta noche elegiré a mi futuro marido, para que reine conmigo cuando padre no pueda hacerlo, y que me acompañará en la vida eterna... Esta noche será la noche más especial de mi vida…
-Claro que si, pero ahora tenemos que seguir Shukal y yo con nuestra reunión, y tu deberías marcharte, Tersa te estará esperando…
-¡El baño! Casi se me olvida…
Y con esa frase, la princesa Taira II se marchó de la habitación, ajena a todo lo que se estaba planeando.
-Entonces, podemos poner aquí el altar de las almas y…
-¡Padre!- Exclamó la princesa interrumpiendo lo que parecía ser una importante reunión.
-Hija, hija, ¿Podemos hablar más tarde?- Pregunto el gran faraón Kefrén, señor del Nilo y patriarca de Egipto-. Ahora mismo Shukal me estaba explicando una cosa sobre la nueva pirámide.
Otra vez la nueva pirámide. Desde hacía unos meses, el faraón Kefrén había desatendido sus funciones como faraón y como padre, a causa de la construcción de la nueva pirámide, pero la princesa no había pasado desapercibido que cada vez estaba más tiempo con aquellos hombres extraños. Desde que había visto al primero, hacía ya unos años, cada vez se los encontraba más por palacio. Eran unos hombres silenciosos, con túnicas negras, cabezas rapadas y los ojos pintados con kohl. La mayoría de las veces, se los encontraba en grupos, rodeando al que parecía su jefe, pero algunas veces, la princesa se los había encontrado por los pasillos, como si vigilasen algo, y siempre la miraban con desaprobación. Alguna vez, la princesa le había preguntado a su padre sobre esas personas y sus extrañas acciones, pero lo único que le había contado era que pertenecían a una cofradía, y que el jefe era Shukal, con el cual ahora mismo estaba hablando.
-Siempre con lo mismo- Murmuró Shukal, y después maldijo por lo bajo algo que la princesa no entendió.
-Tampoco te pongas así, Visir- Le reprochó el faraón, que al parecer si lo había entendido-. Al fin y al cabo hoy es su gran día, no todos los días se cumplen catorce años…
-Y lo mismo pasará el año que viene, y el que viene, y el siguiente… y así hasta que mueras- Se volvió a quejar Shukal.
-Pero no es un cumpleaños cualquiera- Se enojó la princesa-. Esta noche elegiré a mi futuro marido, para que reine conmigo cuando padre no pueda hacerlo, y que me acompañará en la vida eterna... Esta noche será la noche más especial de mi vida…
-Claro que si, pero ahora tenemos que seguir Shukal y yo con nuestra reunión, y tu deberías marcharte, Tersa te estará esperando…
-¡El baño! Casi se me olvida…
Y con esa frase, la princesa Taira II se marchó de la habitación, ajena a todo lo que se estaba planeando.
Re: La secta del Escorpión
Kess
Kess no se dio cuenta de que Shien había desaparecido, hasta que no hubieron pasado unos cuantos minutos, tiempo suficiente para perderle el rastro sobre las arenas del desierto, constantemente movidas por el viento.
Inundado por el miedo, Kess trató de imaginarse el enfado de sus padres cuando les dijese que había perdido Shien. Lo más probable sería que le echasen de casa, al fin y al cabo, el gato era un animal venerado en todas las familias, perderlo era un pecado. ¿Y adónde iría si le echaban?, podría refugiarse en el gran templo de Amón, puesto que iba allí todas las tardes a la escuela y conocía al sacerdote jefe, pero por otra parte los repudiados no eran bien recibidos en el templo. Dejando esas oscuras ideas de lado, Kess decidió ponerse manos a la obra y comenzar a buscar a Shien. Volvió tras sus pasos hasta donde le había visto por última vez, enfrente de las grandes pirámides, pero lógicamente allí no estaba, y decidió buscar alrededor. Tan ocupado estaba buscando a su gato entre las palmeras de un oasis cercano que no se dio cuenta del gran agujero negro que se habría en el suelo ante él, y no pudo reaccionar hasta que se vio cayendo al vacío, demasiado tarde para actuar…
Kess no se dio cuenta de que Shien había desaparecido, hasta que no hubieron pasado unos cuantos minutos, tiempo suficiente para perderle el rastro sobre las arenas del desierto, constantemente movidas por el viento.
Inundado por el miedo, Kess trató de imaginarse el enfado de sus padres cuando les dijese que había perdido Shien. Lo más probable sería que le echasen de casa, al fin y al cabo, el gato era un animal venerado en todas las familias, perderlo era un pecado. ¿Y adónde iría si le echaban?, podría refugiarse en el gran templo de Amón, puesto que iba allí todas las tardes a la escuela y conocía al sacerdote jefe, pero por otra parte los repudiados no eran bien recibidos en el templo. Dejando esas oscuras ideas de lado, Kess decidió ponerse manos a la obra y comenzar a buscar a Shien. Volvió tras sus pasos hasta donde le había visto por última vez, enfrente de las grandes pirámides, pero lógicamente allí no estaba, y decidió buscar alrededor. Tan ocupado estaba buscando a su gato entre las palmeras de un oasis cercano que no se dio cuenta del gran agujero negro que se habría en el suelo ante él, y no pudo reaccionar hasta que se vio cayendo al vacío, demasiado tarde para actuar…
Re: La secta del Escorpión
Taira
Los baños de palacio eran un conjunto de salas en las que había piscinas a distintas temperaturas, baños de barros y bancos de masajes. Lo que más le gustaba a la princesa eran los baños de agua caliente, los cuales eran perfumados con vapores de rosas.
Solo bastó un leve roce con la cálida agua a para que todo el vello de su cuerpo se erizase, y un escalofrío le recorriese de arriba abajo. Encantada, empezó a bajar los escalones de la piscina poco a poco, acompañada por su esclava. Una vez dentro, la princesa dejó escapar un suspiro de relajación, y aspirando el dulzón olor del vapor de rosas comenzó a observar la habitación en la que estaba.
Las largas paredes, de forma circular estaban decoradas con ninfas marinas, peinándose los cabellos, o simplemente tomando el sol en una roca. También estaban representados incontables seres marinos y plantas oceánicas, entre los cuales la princesa solo identificó a las estrellas de mar, que adornaban las esquinas. Y por último, el techo acababa en una enorme cúpula, coronada por una pintura que representaba a Nut, la diosa del cielo, que formaba la bóveda celeste.
-¿Os encontráis bien, princesa?- Preguntó la esclava del cabello trenzado, que la estaba acompañando en el baño-. ¿Está el agua demasiado caliente?
-No, no… esta bien. Solamente estaba pensando en padre… ¿No le encuentras un poco raro últimamente?- Le respondió ella.
-Lo siento mi señora pero no me está permitido hablar sobre mis amos… Aunque si usted me lo ordena, yo le diré que no debería estar tanto tiempo con esos hombres… Al final se va a volver uno de ellos.
-¡Que!- Se sobresaltó la princesa-. ¡Padre uno de ellos!
-Lo siento mi princesa, no debí de haberlo dicho…- La esclava parecía triste, como si supiese le castigarían por ello, pero, a los ojos de una princesa, una esclava no tenía más derechos ni importancia que una cucaracha.
Justo cuando la princesa iba a contestar, un hombre abrió las puertas del baño, asustando a las dos chicas.
Los baños de palacio eran un conjunto de salas en las que había piscinas a distintas temperaturas, baños de barros y bancos de masajes. Lo que más le gustaba a la princesa eran los baños de agua caliente, los cuales eran perfumados con vapores de rosas.
Solo bastó un leve roce con la cálida agua a para que todo el vello de su cuerpo se erizase, y un escalofrío le recorriese de arriba abajo. Encantada, empezó a bajar los escalones de la piscina poco a poco, acompañada por su esclava. Una vez dentro, la princesa dejó escapar un suspiro de relajación, y aspirando el dulzón olor del vapor de rosas comenzó a observar la habitación en la que estaba.
Las largas paredes, de forma circular estaban decoradas con ninfas marinas, peinándose los cabellos, o simplemente tomando el sol en una roca. También estaban representados incontables seres marinos y plantas oceánicas, entre los cuales la princesa solo identificó a las estrellas de mar, que adornaban las esquinas. Y por último, el techo acababa en una enorme cúpula, coronada por una pintura que representaba a Nut, la diosa del cielo, que formaba la bóveda celeste.
-¿Os encontráis bien, princesa?- Preguntó la esclava del cabello trenzado, que la estaba acompañando en el baño-. ¿Está el agua demasiado caliente?
-No, no… esta bien. Solamente estaba pensando en padre… ¿No le encuentras un poco raro últimamente?- Le respondió ella.
-Lo siento mi señora pero no me está permitido hablar sobre mis amos… Aunque si usted me lo ordena, yo le diré que no debería estar tanto tiempo con esos hombres… Al final se va a volver uno de ellos.
-¡Que!- Se sobresaltó la princesa-. ¡Padre uno de ellos!
-Lo siento mi princesa, no debí de haberlo dicho…- La esclava parecía triste, como si supiese le castigarían por ello, pero, a los ojos de una princesa, una esclava no tenía más derechos ni importancia que una cucaracha.
Justo cuando la princesa iba a contestar, un hombre abrió las puertas del baño, asustando a las dos chicas.
Re: La secta del Escorpión
Kess
Cuando Kess abrió los ojos lo vio todo oscuro, como si le hubiesen puesto una venda en los ojos. Aterrado por la idea de haberse quedado ciego, comenzó a frotárselos y a andar a tientas. Justo cuando creía que no volvería a ver las cálidas arenas de Egipto o el refrescante azul del Nilo, sus pupilas se dilataron y se acostumbraron a la luz.
Un poco más relajado y sobreponiéndose al miedo, fue caminando poco a poco a través de un oscuro pasillo.
Se encontraba bajo tierra, de eso no cabía duda y, para su consuelo, pronto aparecieron unas escaleras que ascendían hacia la superficie. El aire comenzaba a viciarse.
Al cabo de lo que a Kess le parecieron horas subiendo escaleras, una sala apareció frente a él.
La sala era circular, con pequeños ventanucos en sus paredes. Extrañado, Kess se dirigió a una ventana para ver dónde se encontraba. Al asomarse, un escenario sobrecogedor le cegó los ojos. Si miraba a su derecha veía… Nada. Un océano de arena infinita se extendía hasta el horizonte. Si giraba su cabeza a la izquierda podía observar… Nada. Un infierno de arena ardiente se alzaba hasta los confines del mundo. Estaba solo en mitad del temido desierto.
Cuando Kess abrió los ojos lo vio todo oscuro, como si le hubiesen puesto una venda en los ojos. Aterrado por la idea de haberse quedado ciego, comenzó a frotárselos y a andar a tientas. Justo cuando creía que no volvería a ver las cálidas arenas de Egipto o el refrescante azul del Nilo, sus pupilas se dilataron y se acostumbraron a la luz.
Un poco más relajado y sobreponiéndose al miedo, fue caminando poco a poco a través de un oscuro pasillo.
Se encontraba bajo tierra, de eso no cabía duda y, para su consuelo, pronto aparecieron unas escaleras que ascendían hacia la superficie. El aire comenzaba a viciarse.
Al cabo de lo que a Kess le parecieron horas subiendo escaleras, una sala apareció frente a él.
La sala era circular, con pequeños ventanucos en sus paredes. Extrañado, Kess se dirigió a una ventana para ver dónde se encontraba. Al asomarse, un escenario sobrecogedor le cegó los ojos. Si miraba a su derecha veía… Nada. Un océano de arena infinita se extendía hasta el horizonte. Si giraba su cabeza a la izquierda podía observar… Nada. Un infierno de arena ardiente se alzaba hasta los confines del mundo. Estaba solo en mitad del temido desierto.
Última edición por Iah-Hel el Vie Ene 02, 2009 2:35 pm, editado 1 vez
Re: La secta del Escorpión
Kess
Las lágrimas le resbalaban a Kess por las mejillas hasta estrellarse en el suelo. No solo había perdido a su querido gato, Shien, sino que además se había perdido él mismo. La desesperación fue creciendo en su interior como una semilla de mostaza; pequeña, insignificante… Hasta que germina y se convierte en una planta colosal. Justo cuando iba a darse por vencido, un picotazo le despertó de sus tristes ensoñaciones. Era un halcón. No había muchos halcones en Egipto, y menos en la ciudad de El Cairo… Excepto en un sitio, La Torre de los Vientos...
Según una leyenda, el dios del cielo, Horus, quiso comprobar cómo los egipcios le idolatraban. Para ello, convirtió su eterna alma en un halcón imponente, de plumas de oro y patas y pico de plata. Cuando se sintió preparado, descendió desde los cielos y planeó hasta llegar a Egipto. Al llegar allí, los hombres, movidos por la corrupción del dinero y las grandes fortunas, hicieron una cacería para apropiarse de tan valioso espécimen. Uno de los cazadores, el más temible de Egipto, consiguió herir en un ala al dios transformado, y este, viéndose perseguido, tuvo que huir de allí. Pasaron setenta y siete días y setenta y siete noches hasta que el halcón, herido de muerte, llegara a El Cairo. Una vez allí, exhalando su último suspiro, se desplomó sobre las ardientes arenas del desierto. El alma del Dios, encolerizada por tan impío espectáculo, volvió a los cielos y desde allí lanzó su maldición. Desde entonces, cada setenta y siete días, una tormenta infernal poblada de rayos y truenos asola las ciudades y pueblos Egipcios, destrozando cosechas y, de vez en cuando, llevándose algún alma inocente.
Dice otra leyenda que años después, un faraón arrepentido mandó construir en el lugar donde el halcón murió una torre que se elevase hasta los cielos, y la llamó La Torre de los Vientos. Desde entonces, todos los escasos halcones que vivían en Egipto se trasladaron allí, e hicieron de aquél amasijo de piedras su hogar.
Kess siempre quiso estar allí y poder observar tan alta construcción, y soñar con que algún día él también erigiría una cuando fuese constructor… Pero en ese momento deseaba estar muy alejado de allí, tal vez en su casa… O buscando a Shien.
Se le había olvidado por completo que la única razón por la que estaba perdido en mitad del desierto era porque estaba buscando a Shien. Dispuesto a conseguirlo, se puso de pié y trazó un plan. Al levantarse, el halcón que tenía a su lado de asustó, y se fue volando hasta el tronco seco que había en el centro de la sala, donde un centenar de halcones descansaban. Fue entonces cuando algo extraño sucedió.
Las lágrimas le resbalaban a Kess por las mejillas hasta estrellarse en el suelo. No solo había perdido a su querido gato, Shien, sino que además se había perdido él mismo. La desesperación fue creciendo en su interior como una semilla de mostaza; pequeña, insignificante… Hasta que germina y se convierte en una planta colosal. Justo cuando iba a darse por vencido, un picotazo le despertó de sus tristes ensoñaciones. Era un halcón. No había muchos halcones en Egipto, y menos en la ciudad de El Cairo… Excepto en un sitio, La Torre de los Vientos...
Según una leyenda, el dios del cielo, Horus, quiso comprobar cómo los egipcios le idolatraban. Para ello, convirtió su eterna alma en un halcón imponente, de plumas de oro y patas y pico de plata. Cuando se sintió preparado, descendió desde los cielos y planeó hasta llegar a Egipto. Al llegar allí, los hombres, movidos por la corrupción del dinero y las grandes fortunas, hicieron una cacería para apropiarse de tan valioso espécimen. Uno de los cazadores, el más temible de Egipto, consiguió herir en un ala al dios transformado, y este, viéndose perseguido, tuvo que huir de allí. Pasaron setenta y siete días y setenta y siete noches hasta que el halcón, herido de muerte, llegara a El Cairo. Una vez allí, exhalando su último suspiro, se desplomó sobre las ardientes arenas del desierto. El alma del Dios, encolerizada por tan impío espectáculo, volvió a los cielos y desde allí lanzó su maldición. Desde entonces, cada setenta y siete días, una tormenta infernal poblada de rayos y truenos asola las ciudades y pueblos Egipcios, destrozando cosechas y, de vez en cuando, llevándose algún alma inocente.
Dice otra leyenda que años después, un faraón arrepentido mandó construir en el lugar donde el halcón murió una torre que se elevase hasta los cielos, y la llamó La Torre de los Vientos. Desde entonces, todos los escasos halcones que vivían en Egipto se trasladaron allí, e hicieron de aquél amasijo de piedras su hogar.
Kess siempre quiso estar allí y poder observar tan alta construcción, y soñar con que algún día él también erigiría una cuando fuese constructor… Pero en ese momento deseaba estar muy alejado de allí, tal vez en su casa… O buscando a Shien.
Se le había olvidado por completo que la única razón por la que estaba perdido en mitad del desierto era porque estaba buscando a Shien. Dispuesto a conseguirlo, se puso de pié y trazó un plan. Al levantarse, el halcón que tenía a su lado de asustó, y se fue volando hasta el tronco seco que había en el centro de la sala, donde un centenar de halcones descansaban. Fue entonces cuando algo extraño sucedió.
Última edición por Iah-Hel el Vie Ene 02, 2009 3:01 pm, editado 1 vez
Re: La secta del Escorpión
Taira
-¡¡¡GUARDIAS!!!
Con un solo grito de la princesa Taira II, toda una patrulla de cincuenta hombres musculosos entró en las termas a la velocidad de un suspiro. La princesa se había asustado al ver entrar a aquél viejo extraño y haraposo en las termas, y no dudó ni un instante en avisar a los guardias para que la protegieran.
Sin muchos problemas, dos guardias cogieron al viejo por los hombros, el cual no oponía resistencia alguna, tal vez por que sabía que le acabarían venciendo… O tal vez porque la desnutrición le arrebataba sus fuerzas.
En mitad de un achacoso ataque de tos, el viejo se dirigió a la princesa:
- Princesa Taira, escúcheme- Gimió.
- ¿Cómo sabes mi nombre?, ¿Quién eres tú?- Le respondió con desprecio.
- Hay muchas cosas que desconoces, pero no deberías saberlas todas, sino el mundo no tendría ese misterio que lo caracteriza… - Deliró el anciano-. Soy un Oráculo y todo lo sé.
- ¿Un Oráculo? Estás chocheando
- Si, un Oráculo. Una persona que entrega su alma a servir a los dioses, interpretando los sueños de las personas e intercediendo por los hombres- A cada palabra que decía el Oráculo, más débil se volvía, como si le costase un gran esfuerzo hablar-. Escucha bien chica: El Apocalipsis se acerca, el destino todo el mundo está en tus manos y en las del príncipe. Un Dios secreto portador del mal esta asolando el mundo conocido, y nuestros dioses le temen… Tanto que no dudarán en abandonarnos mientras puedan proteger su mística alma. Solo podrás conseguirla con la ayuda de Atlan…
Nunca consiguió terminar la frase. Una ráfaga de viento apagó todas las antorchas. Cuando se volvieron a encender, la princesa pudo observar el cuerpo del Oráculo caer al suelo, con una herida mortal en el pecho. A su lado, el Visir Real y jefe de la secta secreta, sostenía una cimitarra bañada en sangre entre sus manos.
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Aquí va el último trozo del día, espero que os esté gustando
-¡¡¡GUARDIAS!!!
Con un solo grito de la princesa Taira II, toda una patrulla de cincuenta hombres musculosos entró en las termas a la velocidad de un suspiro. La princesa se había asustado al ver entrar a aquél viejo extraño y haraposo en las termas, y no dudó ni un instante en avisar a los guardias para que la protegieran.
Sin muchos problemas, dos guardias cogieron al viejo por los hombros, el cual no oponía resistencia alguna, tal vez por que sabía que le acabarían venciendo… O tal vez porque la desnutrición le arrebataba sus fuerzas.
En mitad de un achacoso ataque de tos, el viejo se dirigió a la princesa:
- Princesa Taira, escúcheme- Gimió.
- ¿Cómo sabes mi nombre?, ¿Quién eres tú?- Le respondió con desprecio.
- Hay muchas cosas que desconoces, pero no deberías saberlas todas, sino el mundo no tendría ese misterio que lo caracteriza… - Deliró el anciano-. Soy un Oráculo y todo lo sé.
- ¿Un Oráculo? Estás chocheando
- Si, un Oráculo. Una persona que entrega su alma a servir a los dioses, interpretando los sueños de las personas e intercediendo por los hombres- A cada palabra que decía el Oráculo, más débil se volvía, como si le costase un gran esfuerzo hablar-. Escucha bien chica: El Apocalipsis se acerca, el destino todo el mundo está en tus manos y en las del príncipe. Un Dios secreto portador del mal esta asolando el mundo conocido, y nuestros dioses le temen… Tanto que no dudarán en abandonarnos mientras puedan proteger su mística alma. Solo podrás conseguirla con la ayuda de Atlan…
Nunca consiguió terminar la frase. Una ráfaga de viento apagó todas las antorchas. Cuando se volvieron a encender, la princesa pudo observar el cuerpo del Oráculo caer al suelo, con una herida mortal en el pecho. A su lado, el Visir Real y jefe de la secta secreta, sostenía una cimitarra bañada en sangre entre sus manos.
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Aquí va el último trozo del día, espero que os esté gustando
Re: La secta del Escorpión
Kess
Todo estaba en calma, la calma que precede a la tempestad. Mientras Kess observaba a los halcones tranquilamente, inmerso en sus pensamientos de libertad, el suelo empezó a temblar. Al principio solo fueron unas breves sacudidas, que sacaron al chico de sus cavilaciones, pero más tarde la vibración acabó convirtiéndose en algo peligroso. Kess casi podía sentir la torre balanceándose de un lado a otro sobre su base bajo sus pies. Entonces todo paró. “Fuese lo que fuese, ya se ha ido”, pensó Kess. Breves momentos después de que aquellos pensamientos rondasen su cabeza, en el otro lado de la torre un trozo de pared explotó. Una lluvia de fragmentos de piedra caliza milenarios y polvo cubrió la sala. Kess, instintivamente, se llevó las manos a la cabeza y salto hacia un lado, protegiéndose contra una piedra que cayó donde instantes antes él había estado sentado. Pasó lo que a Kess se le antojó una eternidad hasta que el polvo se hubo depositado en el suelo y pudo ver a su agresor… Prefirió no haberlo hecho, pero ya era demasiado tarde. La figura que le contemplaba con una mirada de acero en sus ojos le heló el corazón impidiéndole reaccionar. Se trataba de un halcón del tamaño de un hombre, con las plumas doradas y el pico y las patas plateadas. Pero no fue eso lo que le dijo a Kess que no se trataba de un simple animal, sino sus dos pequeños y almendrados ojos rojos, dotados de un brillo inteligente capaz de convertir al más bravo cazador de cocodrilos en un indefenso bebé.
Para su sorpresa, el halcón desvió su mirada y dejó de observarle. Al contrario de lo supuesto, se deslizó andando al lado de Kess, y pasando por delante de él, sin apenas hacerle caso, se dirigió a sus compañeros de raza. Lo que pasó a continuación traumatizó a Kess, y le hizo dudar durante mucho tiempo si en realidad sucedió. Tranquilamente y sin prisa alguna, el sobrenatural animal acorraló a los demás halcones uno a uno, y siguiendo ese orden, les acribilló a picotazos. Con la fiereza de quien reniega de su sangre, la sanguinaria bestia arrancó patas y ojos, perforó alas y picos, y no dejó una sola pluma en su sitio. Tras acabar con el último de su especie, con el pico manchado de sangre y los ojos ardiendo, el halcón dijo a Kess:
- Insignificante mortal- Comenzó con una estridente voz-. No intentes evitar lo inevitable, puesto que no sabes a que peligros te enfrentas. Desconoces quien soy y de que estoy hablando, pero cuanto menos sepáis mejor. Antes de irme quería acabar yo mismo con la especie que creé, para librarles del terrible final que les esperaba, al igual que a ti. Puesto que has sido el único que ha contemplado tan puro espectáculo, te concederé el honor de morir bajo mis garras, porque cuando la sombra venga preferirás haber muerto. Dime, ¿Temes a la muerte?
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Un nuevo trozo (Y sin amenazas! )
Todo estaba en calma, la calma que precede a la tempestad. Mientras Kess observaba a los halcones tranquilamente, inmerso en sus pensamientos de libertad, el suelo empezó a temblar. Al principio solo fueron unas breves sacudidas, que sacaron al chico de sus cavilaciones, pero más tarde la vibración acabó convirtiéndose en algo peligroso. Kess casi podía sentir la torre balanceándose de un lado a otro sobre su base bajo sus pies. Entonces todo paró. “Fuese lo que fuese, ya se ha ido”, pensó Kess. Breves momentos después de que aquellos pensamientos rondasen su cabeza, en el otro lado de la torre un trozo de pared explotó. Una lluvia de fragmentos de piedra caliza milenarios y polvo cubrió la sala. Kess, instintivamente, se llevó las manos a la cabeza y salto hacia un lado, protegiéndose contra una piedra que cayó donde instantes antes él había estado sentado. Pasó lo que a Kess se le antojó una eternidad hasta que el polvo se hubo depositado en el suelo y pudo ver a su agresor… Prefirió no haberlo hecho, pero ya era demasiado tarde. La figura que le contemplaba con una mirada de acero en sus ojos le heló el corazón impidiéndole reaccionar. Se trataba de un halcón del tamaño de un hombre, con las plumas doradas y el pico y las patas plateadas. Pero no fue eso lo que le dijo a Kess que no se trataba de un simple animal, sino sus dos pequeños y almendrados ojos rojos, dotados de un brillo inteligente capaz de convertir al más bravo cazador de cocodrilos en un indefenso bebé.
Para su sorpresa, el halcón desvió su mirada y dejó de observarle. Al contrario de lo supuesto, se deslizó andando al lado de Kess, y pasando por delante de él, sin apenas hacerle caso, se dirigió a sus compañeros de raza. Lo que pasó a continuación traumatizó a Kess, y le hizo dudar durante mucho tiempo si en realidad sucedió. Tranquilamente y sin prisa alguna, el sobrenatural animal acorraló a los demás halcones uno a uno, y siguiendo ese orden, les acribilló a picotazos. Con la fiereza de quien reniega de su sangre, la sanguinaria bestia arrancó patas y ojos, perforó alas y picos, y no dejó una sola pluma en su sitio. Tras acabar con el último de su especie, con el pico manchado de sangre y los ojos ardiendo, el halcón dijo a Kess:
- Insignificante mortal- Comenzó con una estridente voz-. No intentes evitar lo inevitable, puesto que no sabes a que peligros te enfrentas. Desconoces quien soy y de que estoy hablando, pero cuanto menos sepáis mejor. Antes de irme quería acabar yo mismo con la especie que creé, para librarles del terrible final que les esperaba, al igual que a ti. Puesto que has sido el único que ha contemplado tan puro espectáculo, te concederé el honor de morir bajo mis garras, porque cuando la sombra venga preferirás haber muerto. Dime, ¿Temes a la muerte?
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Un nuevo trozo (Y sin amenazas! )
Re: La secta del Escorpión
Taira
-¿Por qué le has matado, visir?- Se enojó la princesa.
- Porque me molestaba- Respondió Shukal mientras limpiaba la cimitarra con un pañuelo tranquilamente.
- ¡Antes de hacer nada debes consultarlo con padre!- Le reprochó la princesa-. ¿Y si los dioses le habían enviado de verdad?
- ¿Los dioses? Jajajajaja, que gracia….- Ironizó Shukal-. ¿Qué han hecho los dioses por nosotros? ¿Nos ayudaron acaso durante la gran plaga? ¿Y durante la sufrida sequía? ¿Acaso nos ayudaron durante las terribles inundaciones? Te diré una cosa niñita, tu espera sentada a que te ayuden los dioses, ya verás como te cansas de esperar.
-¡¡¡Que estás diciendo visir!!! ¡Eso es una herejía! Padre debería darte latigazos hasta que los dioses te perdonasen- Amenazó Taira-. ¡Se lo diré!
- Princesa…- Le interrumpió su esclava.
- Jajajaja- Volvió a reírse el visir-. Eso princesa, decírselo a vuestro padre… A ver que os contesta.
- Mi señora…- Volvió a interrumpir su esclava.
- ¡¿Que quieres, pesada?!- Le gritó la princesa a su esclava perdiendo los nervios.
- Mi señora, estáis desnuda.
-¿Por qué le has matado, visir?- Se enojó la princesa.
- Porque me molestaba- Respondió Shukal mientras limpiaba la cimitarra con un pañuelo tranquilamente.
- ¡Antes de hacer nada debes consultarlo con padre!- Le reprochó la princesa-. ¿Y si los dioses le habían enviado de verdad?
- ¿Los dioses? Jajajajaja, que gracia….- Ironizó Shukal-. ¿Qué han hecho los dioses por nosotros? ¿Nos ayudaron acaso durante la gran plaga? ¿Y durante la sufrida sequía? ¿Acaso nos ayudaron durante las terribles inundaciones? Te diré una cosa niñita, tu espera sentada a que te ayuden los dioses, ya verás como te cansas de esperar.
-¡¡¡Que estás diciendo visir!!! ¡Eso es una herejía! Padre debería darte latigazos hasta que los dioses te perdonasen- Amenazó Taira-. ¡Se lo diré!
- Princesa…- Le interrumpió su esclava.
- Jajajaja- Volvió a reírse el visir-. Eso princesa, decírselo a vuestro padre… A ver que os contesta.
- Mi señora…- Volvió a interrumpir su esclava.
- ¡¿Que quieres, pesada?!- Le gritó la princesa a su esclava perdiendo los nervios.
- Mi señora, estáis desnuda.
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