Las Puertas del Olvido
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Las Puertas del Olvido
Es un trozo del primer mini-cap, como los llamo yo ^^ Espero que os guste.
Si quereis comentar la historia lo podeis hacer AQUI
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1. Un nuevo comienzo.
Círdan.
Mas allá de las tierras de Nhangar, se esconde la verdadera historia. Pero es mejor empezar por el principio, que en este caso es el final.
Mi nombre es Círdan y esta tierra sin vida que veis, desprovista de la luz del sol por negros nubarrones, es Nhangar, mi mundo.
Nos encontramos en el reino de Sharia, al amparo de la soledad y destrucción que crearon sus mismos habitantes. Y es que, amigos, en esta historia no existen malos o buenos, sino ideales, y personas que son capaces de dar la vida por ellos.
- Círdan ¿otra vez cavilando?- una voz cálida y femenina me regaña desde el umbral de la puerta.
- Soy demasiado viejo para no hacerlo- me levanto pesadamente y le dedico una sonrisa.
- Sabes que no puedo resistirme a esa sonrisa tuya- vuelve a decir la voz.
Y esta vez se acerca y me abraza.
He aquí Ireth, la soberana de lo que un día fue su reino y a la que sostengo entre mis gruesos brazos, tan pequeña para mí pese a ser alta y esbelta, tan niña como siempre pese a ser ya una mujer. Sus ojos verdes me miran con una ternura que dejaron de sentir hace mucho. Desde su muerte...
- ¿Qué te trae por las profundidades de mi biblioteca?- pregunto acariciándole el suave y largo pelo castaño claro.
Se separa y me sonríe, fingiendo algo que yo sé que no existe.
- ¿Tiene que a ver alguna razón para que yo venga a ver a mi bibliotecario favorito?- pregunta y finge estar molesta.
Una grave y sonora carcajada sale de mi garganta.
Salimos de la biblioteca y paseamos en silencio por el palacio medio derruido. La miro, recordando como era antes. Alegre, llena de energía, feliz... Todo eso acabó para ella hace mucho, aunque intente disimularlo. Lo puedo ver; en su mirada triste tan lejana, siempre recordando el pasado. Será una herida que no sanará nunca, lo sé, lo noto. La razón, es un secreto que solo Laila y yo sabemos. Lo que pasó, sigue siendo un misterio para nosotros dos y que presiento, que lo será hasta el fin de nuestros días.
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1. Un nuevo comienzo.
Círdan.
Mas allá de las tierras de Nhangar, se esconde la verdadera historia. Pero es mejor empezar por el principio, que en este caso es el final.
Mi nombre es Círdan y esta tierra sin vida que veis, desprovista de la luz del sol por negros nubarrones, es Nhangar, mi mundo.
Nos encontramos en el reino de Sharia, al amparo de la soledad y destrucción que crearon sus mismos habitantes. Y es que, amigos, en esta historia no existen malos o buenos, sino ideales, y personas que son capaces de dar la vida por ellos.
- Círdan ¿otra vez cavilando?- una voz cálida y femenina me regaña desde el umbral de la puerta.
- Soy demasiado viejo para no hacerlo- me levanto pesadamente y le dedico una sonrisa.
- Sabes que no puedo resistirme a esa sonrisa tuya- vuelve a decir la voz.
Y esta vez se acerca y me abraza.
He aquí Ireth, la soberana de lo que un día fue su reino y a la que sostengo entre mis gruesos brazos, tan pequeña para mí pese a ser alta y esbelta, tan niña como siempre pese a ser ya una mujer. Sus ojos verdes me miran con una ternura que dejaron de sentir hace mucho. Desde su muerte...
- ¿Qué te trae por las profundidades de mi biblioteca?- pregunto acariciándole el suave y largo pelo castaño claro.
Se separa y me sonríe, fingiendo algo que yo sé que no existe.
- ¿Tiene que a ver alguna razón para que yo venga a ver a mi bibliotecario favorito?- pregunta y finge estar molesta.
Una grave y sonora carcajada sale de mi garganta.
Salimos de la biblioteca y paseamos en silencio por el palacio medio derruido. La miro, recordando como era antes. Alegre, llena de energía, feliz... Todo eso acabó para ella hace mucho, aunque intente disimularlo. Lo puedo ver; en su mirada triste tan lejana, siempre recordando el pasado. Será una herida que no sanará nunca, lo sé, lo noto. La razón, es un secreto que solo Laila y yo sabemos. Lo que pasó, sigue siendo un misterio para nosotros dos y que presiento, que lo será hasta el fin de nuestros días.
Eyre- Bardo
- Mensajes : 88
Fecha de inscripción : 20/11/2008
Localización : En mi realidad, pensando en sueños prohibidos...
Re: Las Puertas del Olvido
Bueno, aqui va otro trozo de mi historia. Si si, aquella que ha tenido taaannntoo éxito -.-''- Bueno, que da igual, espero que os guste ^^
Llegamos al jardín y nos sentamos en uno de los bancos de piedra que descansan imperturbables allí, en un jardín sin flores ni plantas, completamente muerto.
Ireth levanta la cabeza y cierra los ojos, como si saboreara en estos momentos aquellos rayos de sol que existieron una vez.
- ¿Qué te pasa, Círdan?- me pregunta sin alterar su posición.
- ¿A mí? Nada- intento contestar resuelto.
La verdad, aquella mocosa me conoce demasiado bien y ya, con el paso de los años, no sé si alegrarme o llorar por ello.
- Te conozco y sé que mientes.
Se ha girado y ahora me mira. Su mirada me traspasa, aquella mirada verdecina que me echaba cuando era niña y quería descubrir los secretos de un pobre viejo.
Sonrío, no tengo otra opción.
- Estaba recordando viejos tiempos, eso es todo- me encojo de hombros ante mis propias palabras.
Suspira, visiblemente molesta.
No le gustaba que hablásemos del pasado, le hacía recordar cuando era niña y como, cuando podía escabullirse de sus clases, solía venir a la biblioteca, a visitar al que siempre ha considerado su padre.
- No te esfuerces en recordar lo que jamás va a volver- se levanta y empieza ha caminar al interior del palacio.
- Pero Princesa... - me levanto y adelanto una mano, como si quisiera alcanzar algo.
- ¡No soy una princesa!- grita dándose la vuelta rápidamente.
Y sin poder hacer nada, la veo desaparecer hacia el interior del castillo.
Suspiro y caigo derrotado sobre el banco.
- No se lo tomes en cuenta- dice una voz suave y melódica a mi espalda, tan hermosa que parece ser el susurro del viento.
- Ya no sé que hacer, así no vamos a ninguna parte- escondo la cara entre mis rechonchos dedos.
La fina y delicada mano de Laila se posa sobre mi hombro, intentado consolarme.
- Sé lo que te duele verla así, tú siempre la has tratado como una hija.
- Entonces comprenderás que esto no puede seguir así- levanto la cabeza y clavo mis ojos castaños en los suyos.
Asiente.
- De acuerdo.
Y de desaparece por donde, momentos antes, lo había hecho Ireth.
Llegamos al jardín y nos sentamos en uno de los bancos de piedra que descansan imperturbables allí, en un jardín sin flores ni plantas, completamente muerto.
Ireth levanta la cabeza y cierra los ojos, como si saboreara en estos momentos aquellos rayos de sol que existieron una vez.
- ¿Qué te pasa, Círdan?- me pregunta sin alterar su posición.
- ¿A mí? Nada- intento contestar resuelto.
La verdad, aquella mocosa me conoce demasiado bien y ya, con el paso de los años, no sé si alegrarme o llorar por ello.
- Te conozco y sé que mientes.
Se ha girado y ahora me mira. Su mirada me traspasa, aquella mirada verdecina que me echaba cuando era niña y quería descubrir los secretos de un pobre viejo.
Sonrío, no tengo otra opción.
- Estaba recordando viejos tiempos, eso es todo- me encojo de hombros ante mis propias palabras.
Suspira, visiblemente molesta.
No le gustaba que hablásemos del pasado, le hacía recordar cuando era niña y como, cuando podía escabullirse de sus clases, solía venir a la biblioteca, a visitar al que siempre ha considerado su padre.
- No te esfuerces en recordar lo que jamás va a volver- se levanta y empieza ha caminar al interior del palacio.
- Pero Princesa... - me levanto y adelanto una mano, como si quisiera alcanzar algo.
- ¡No soy una princesa!- grita dándose la vuelta rápidamente.
Y sin poder hacer nada, la veo desaparecer hacia el interior del castillo.
Suspiro y caigo derrotado sobre el banco.
- No se lo tomes en cuenta- dice una voz suave y melódica a mi espalda, tan hermosa que parece ser el susurro del viento.
- Ya no sé que hacer, así no vamos a ninguna parte- escondo la cara entre mis rechonchos dedos.
La fina y delicada mano de Laila se posa sobre mi hombro, intentado consolarme.
- Sé lo que te duele verla así, tú siempre la has tratado como una hija.
- Entonces comprenderás que esto no puede seguir así- levanto la cabeza y clavo mis ojos castaños en los suyos.
Asiente.
- De acuerdo.
Y de desaparece por donde, momentos antes, lo había hecho Ireth.
Eyre- Bardo
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